martes, 21 de mayo de 2013

Nuevos relicarios en la exposición de La Sábana Santa de Sevilla




El pasado miércoles 8 de mayo se presentaban en la Exposición de la Sábana Santa que se está desarrollando en las salas del Antiquarium de Sevilla, tres relicarios que contienen  fibras y trozos de lienzo de la Síndone de Turín.


 El primero de los relicarios perteneció al Cardenal Colonna del siglo XVII (1560-1608), y los otros fueron propiedad de los Papas, Clemente XII (1730-1740) del siglo XVIII y a Benedicto XIV (1740-1758) también del siglo XVIII, ambos sellados con sus correspondientes sellos papales.

En la presentación de estos valiosos relicarios, que corrió a cargo del comisario y productor de la muestra, Álvaro Cruz y del profesor, Juan Manuel Miñarro, se pudieron observar con detalle las reliquias mediante un microscopio óptico, donde se pudieron comprobar las características del Linum usitatissimum, un tipo de lino más fino y caro con un patrón espiga siendo todo esto coincidente con las características de la Sábana Santa, y presentando los restos de tejido un buen estado de conservación.

Esta piezas formaran ahora parte de la muestra y estarán expuestas hasta la finalización de la misma prevista para el próximo 28 de junio, y cabe destacar que son piezas únicas y estarán custodiadas con la debida seguridad.

Al acto asistieron el presidente y miembros del Consejo General de Hermandades, miembros de Hermandades y otros representantes de la sociedad sevillana, además de medios de comunicación.








domingo, 5 de mayo de 2013

LA CALAVERA DE ADÁN AL PIE DE LA CRUZ



Cristo muerto en la Cruz, es la imagen central del arte cristiano. Varía de una etapa a otra, reflejando el pensamiento y el sentimiento de la época en que se realiza y expresando el hecho cristiano por medio de símbolos y alegorías, como sucede en el arte medieval y en el período de la Contrarreforma, o reproduciendo la figura solitaria de Jesús en la Cruz.

La Iglesia primitiva rehuyó el tema: el cristianismo perseguido por los romanos representaba la Crucifixión simbólicamente como el Cordero que representa a Cristo yuxtapuesto a una Cruz; incluso cuando el emperador Constantino aprobó el cristianismo, se seguía representando la Cruz sin la figura de Cristo.  La imagen de la Crucifixión, tal como la conocemos, apareció por primera vez en el siglo VI, pero fue poco frecuente hasta la época carolingia, cuando sus representaciones se multiplicaron en marfiles, trabajos en metal y manuscritos.

Decían los escritores medievales que la Cruz estaba hecha con la misma madera del Árbol del Conocimiento del Paraíso terrenal y que Adán fue enterrado en el mismo lugar en que se produjo la Crucifixión. La calavera que suele verse al pie de la Cruz en muchas pinturas en la Edad Media, el reancimiento, incluso durante el Barroco, alude no sólo al Gólgota, lugar de la calavera, sino al propio Adán. Esta iconografía aparece por primera vez en el siglo IX, y desde entonces se repite en el arte. El simbolismo de la calavera, al pie de la Cruz de la que pendió Jesucristo, se debe a una antigua tradición judeocristiana que suponía que en el monte Gólgota era donde estaba enterrado Adán, hombre por el que entró el pecado y la muerte en el mundo. Este motivo cristiano encuentra su sentido en esta tradición cristiana que explicita que allí donde yacían los restos mortales del primer hombre pecador, se izó la Cruz en la que el Hijo de Dios, Jesucristo, muere inmolado para redimirnos del pecado original y rescatarnos de la muerte, justamente el pecado que cometió Adán, dándonos la vida eterna. Es en el fondo un símbolo del triunfo de la Cruz sobre el pecado y la muerte, y una clara alusión a la Resurrección de Cristo.


Los huesos al pie de la cruz hacen pues, referencia tanto al significado de Gólgota que dieron los evangelistas, esto es, calavera, como a la presencia de Adán bajo el Gólgota, testimoniando una tradición, recogida en el Libro de Adán y Eva de Etiopía y en Cueva de los tesoros, que gozó de gran difusión en la Edad Media, según la cual el primer hombre fue enterrado en el mismo lugar en que iba a ser sacrificado Cristo, donde vería su salvación. En Cueva de los tesoros, se dice que cuando «el Mesías obtuvo la victoria por la lanza, fluyeron sangre y agua de su costado, corrieron abajo hacia la boca de Adán y fue su bautismo y así fue bautizado»; por consiguiente, en los huesos de Adán debe verse la caída y la promesa cumplida de redención.



Durante las excavaciones realizadas por arqueólogos españoles encabezados por Florentino Diez Fernández entre 1976 y 1978, descubrieron en  la cara oriental, a unos 4 metros por debajo de la cima, una cavidad que se correspondería con la Cueva de Adán o gruta de los Tesoros, citada en la literatura apócrifa. Y por los vestigios encontrados (estucos e inscripciones) probablemente sería el lugar de culto más antiguo de los cristianos.