domingo, 28 de julio de 2013

La leyenda del diluvio y la calavera de Adán


 La historia del arte nos tiene acostumbrados a mostrarnos una calavera humana al pie del Crucificado que el gran público, generalmente, interpreta como un simple símbolo de la muerte, sin percatarse de que en realidad se trata de un símbolo de profundos contenidos teológicos y que fue motivo de controversia entre antiguas leyendas.

Nuestro amigo y colaborador Ángel Urbán, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba (UCO) nos ha remitido una separata de ALFINGE, Revista de Filología de la UCO (nº 11/ Córdoba, 1999) que recoge su artículo titulado: Adán en el anónimo "Liber de ortu te obitu patriarcharum".  Un interesantísimo trabajo que expone el análisis de un tema clásico en la exégesis medieval y el pensamiento de los Padres de la Iglesia: el origen de Adán, la edad con la que murió y el lugar de su sepultura.

Para este análisis el profesor Urbán, toma como referencia un curioso libro sobre el nacimiento y muerte de los patriarcas ("De ortu et obitu patriarcharum") escrito hacia el año 780 y que durante algún tiempo se atribuiría a San Isidoro de Sevilla.



Y es que desde el Génesis, se sabe que Adán fue creación directa de Dios y por tanto carece de genealogía, y también que sería el primer hombre que recibió sepultura en la tierra  al morir con exactamente 930 años, una edad que pasaría a la mayoría de los apócrifos del Antiguo Testamento, siempre con la precisión de que "mil años son como un día para Dios".

Pero el capítulo más interesante de este libro y el que más literatura ha reunido en este tema, sin duda, es el de la sepultura de Adán.


La mayoría de las leyendas medievales suelen desarrollar dos versiones diferentes de esta misma historia. Una que se señala que Adán y Eva fueron enterrados cerca de Hebrón en Palestina, en el mismo lugar que posteriormente serían enterrados los patriarcas de Israel: Abrahan, Isaac y Jacob con sus respectivas esposas. Frente a otra que refiere que la sepultura de Adán se encontraría en  Jerusalén, precisamente en el Monte Calvario también llamado Gólgota, donde moriría siglos después Cristo crucificado.

La primera versión en la que Adán estaría enterrado en Hebrón, es la más aceptada por el pensamiento patrístico (S. Isidoro, S. Agustín...); y que sin embargo, tendría su origen en una confusión de textos del Antiguo Testamento que pasaría a la Biblia Vulgata, que consistiría en lo siguiente: los patriarcas de Israel fueron enterrados en Hebrón, cuando primitivamente se llamaba Villa Arbá, topónimo que se refiere al nombre del "hombre más alto" (gigante: adam maximus) de la tribu de los anaquitas. La confusión vendría porque el término "adam" se utilizaba como genérico de "hombre", siendo tomado en sucesivas interpretaciones como nombre propio (Adán), dando lugar a la leyenda de que Adán (el primer hombre) se encontraba enterrado en el mismo sitio donde posteriormente lo fueron los patriarcas judíos.

La segunda versión, menos erudita, sitúa la sepultura de Adán en Jerusalén, concretamente en el Gólgota o Calvario donde fuera crucificado Jesús de Nazaret, para ello se basó en creencias populares de proveniencia hebrea, que se vieron reforzadas por un claro simbolismo teológico, el muerto en la cruz redimiría con su sangre el pecado del mundo personificado en los restos de Adán y su calavera.

La mayoría de referencias medievales sobre este asunto se reparten entre estas dos leyendas. Pero sucede en la tradición, que este tipo de interpretaciones o leyendas, muchas veces, son contradictorias. En este caso, claramente, la sepultura de Adán en Hebrón excluiría automáticamente que pudiera ser en Jerusalén, y viceversa.



El interés de "Liber de ortu te obitu patriarcharum", según el estudio del profesor Urbán, estribaría en que sería un claro intento de conciliar ambas leyendas recurriendo para ello a un suceso increíble y según el cual, estando enterrados los huesos de Adán en Hebrón, serían las aguas del diluvio universal las que arrastrarían su calavera hasta Jerusalén a lo alto del Monte Calvario. De esta forma el anónimo medieval pretendió crear una nueva leyenda que conciliara las dos anteriores.

Sin embargo, la leyenda del diluvio y la calavera de Adán apenas arraigaría en la tradición cristiana, a pesar de que no suponía nuevas implicaciones o relaciones teológicas (o precisamente por ello).

Así que siendo un intento loable de compaginar que los restos de Adán pudieran pasar de Hebrón a Jerusalén, lo cierto y verdad es que apenas tuvo repercusión en la literatura medieval posterior y aunque pretendió ser un puente entre las leyendas anteriores, solo quedó en una bonita pero olvidada historia...

Salvador Guzmán