Historia, legado y conocimiento franciscano de los Santos Lugares
Recientemente hemos tenido la fortuna de conocer personalmente el Museo de “Terra
Santa” que se encuentra formando parte del conjunto arquitectónico del
monumental e histórico Convento de San Francisco de Santiago de Compostela. Siendo este
monasterio, Colegio de Misioneros para Tierra Santa, se comprende la
especial vinculación que han tenido y tienen los franciscanos con los Santos
Lugares, al ser sus custodios en representación de la Iglesia Católica desde el
siglo XIV.
El origen de este museo está especialmente vinculado al Instituto
Arqueológico Franciscano, una de las instituciones culturales más características
que esta Orden posee en Tierra Santa. La gran mayoría de las piezas expuestas son
producto de las excavaciones efectuadas en importantes yacimientos promovidas
por dicha entidad.
Por otra parte, recoge la obra de Bartolomé de las Heras, franciscano
gallego, principal protagonista de la
Exposición de Arte Sacro del Año Santo Romano de 1950 y para la que construyó en
madera de ciprés de Getsemaní, una extraordinaria y enorme maqueta de la
Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, que como una casa de muñecas se puede
abrir en ocho partes permitiéndonos ver su interior. Sin duda, la gran joya de
este museo.
Posteriormente esta obra junto a otras numerosas piezas, especialmente las
citadas de carácter arqueológico, participaron en 1954 en una exposición sobre
Tierra Santa en Madrid, de la que surgiría el proyecto de creación de un museo
o muestra permanente. En 1984, muchas de aquellas piezas recalaron en el
convento compostelano de San Francisco; dónde se decidió crear este museo, que,
finalmente, vería la luz en 1993.
La visita a este museo de “Terra Santa” es toda una sorpresa y una oportunidad
de acercarse a la cultura de ese legendario territorio. Un recorrido histórico
que parte desde la Prehistoria, siguiendo por la colonización romana,
dominación bizantina, árabe, turca, hasta la llegada de los ingleses y la
creación moderna del estado de Israel después
de la II Guerra Mundial. Un desarrollo cronológico que nos permite conocer las vicisitudes
de aquellas tierras bíblicas, origen de las tres grandes culturas monoteístas.
Por otra parte, la exposición fija una especial atención sobre la historia
de Jerusalén, crisol de culturas y testigo de los acontecimientos pasionistas;
el fenómeno de las Cruzadas; y los caminos de peregrinación a ella. Pues, junto
con Roma y Santiago de Compostela, constituyen los tres grandes centros de
peregrinación más significativos para la Cristiandad.
La Jerusalén del siglo I, la de los tiempos de Jesús, aparece perfectamente
identificada urbanísticamente en otra gran maqueta que se ubica en la caja de
escalera que sirve de acceso al museo.
Curiosamente, el Museo de “Terra santa” gallego presenta una maqueta a
escala reducida de la tumba de Jesús, que coincide al detalle con la recreación
a tamaño natural del Museo de la Pasión de Cabra. Y también cuenta con un apartado
informativo sobre la Sábana Santa, la imagen de la Síndone de Turín y su influencia
en la imaginería cristífera.
De la Jerusalén hebrea convertida en la Aelia Capitolina romana se muestran
en este museo numerosas piezas arqueológicas, entre las que destacan las
colecciones numismática y de lucernas y lámparas herodianas que se usaban en
los tiempos de Jesús y sus apóstoles.
En forma de maqueta a pequeña escala se pueden ver el Templo de Jerusalén y
unas reproducciones en bronce del Arca de la Alianza, que se encontraba en el
Templo de Salomón, y el Mar de bronce, perteneciente al segundo Templo y que
contenía agua para las abluciones de los sacerdotes. Objetos legendarios sagrados
del Antiguo Testamento, hoy desaparecidos.
En otras salas, se repasan las aportaciones que desde el siglo XIII ha
hecho la comunidad franciscana, especialmente en el campo de la artesanía en
madera de olivo y nácar. Con una amplia exposición de piezas de carácter didáctico,
social y religioso propio de la Orden. Técnicas artesanales que actualmente
realizan familias cristianas en Beit Sahur (el campo de los pastores) junto a
la ciudad de Belén. Y en otros apartados documentales
la muestra recoge ejemplares de los libros sagrados de las tres grandes religiones:
Biblia, Torá y Corán; así como diversos elementos litúrgicos, como rosarios o
filacterias.
Su responsable, Rori Suárez, nos asegura que se trata de “un museo único, dónde,
prácticamente, todas las piezas expuestas son originales”, como el fragmento de
mármol con la antigua estrella de bronce de catorce puntas, del sitio de la Natividad en Belén en
la que se lee la siguiente inscripción: “HIC DE VIRGINE MARIA JESUS CHRISTUS NATUS
EST”.
Un extraordinario objeto histórico y piadoso de la segunda mitad del S. XII, que arrancaron
los griegos ortodoxos cuando adquirieron los derechos sobre el mantenimiento de
la Basílica de la Natividad a mediados del siglo XVIII, y que fue reemplazada
en 1853 por la que hoy existe. La antigüedad de este fragmento de mármol se
remontaría a la época cruzada, ya que entre 1165 y 1169 los cruzados
restauraron la Basílica con ayuda de Constantinopla y el Obispo de Belén.
Sin duda, el Museo de
“Terra Santa” es un tesoro escondido en Santiago de Compostela, que pasa prácticamente desapercibido
al gran público, a pesar de ser uno de los mejor dotados en piezas
históricas de los Santos Lugares que se conozcan en todo el mundo.
Una muestra valiosísima, que recorre la historia del país de
Jesús de Nazaret, o, como dice, el conocido franciscano Francisco Javier Castro
Miramontes: “un trozo de Tierra Santa en Compostela”.