Cristo
muerto en la Cruz, es la imagen central del arte cristiano. Varía de una etapa
a otra, reflejando el pensamiento y el sentimiento de la época en que se
realiza y expresando el hecho cristiano por medio de símbolos y alegorías, como
sucede en el arte medieval y en el período de la Contrarreforma, o
reproduciendo la figura solitaria de Jesús en la Cruz.
La
Iglesia primitiva rehuyó el tema: el cristianismo perseguido por los romanos
representaba la Crucifixión simbólicamente como el Cordero que representa a
Cristo yuxtapuesto a una Cruz; incluso cuando el emperador Constantino aprobó el
cristianismo, se seguía representando la Cruz sin la figura de Cristo. La imagen de la Crucifixión, tal como la
conocemos, apareció por primera vez en el siglo VI, pero fue poco frecuente
hasta la época carolingia, cuando sus representaciones se multiplicaron en
marfiles, trabajos en metal y manuscritos.
Decían
los escritores medievales que la Cruz estaba hecha con la misma madera del
Árbol del Conocimiento del Paraíso terrenal y que Adán fue enterrado en el
mismo lugar en que se produjo la Crucifixión. La calavera que suele verse al
pie de la Cruz en muchas pinturas en la Edad Media, el reancimiento, incluso durante el Barroco, alude no sólo al Gólgota, lugar de la calavera, sino al propio
Adán. Esta iconografía aparece por primera vez en el siglo IX, y desde entonces
se repite en el arte. El simbolismo de la calavera, al pie
de la Cruz de la que pendió Jesucristo, se debe a una antigua tradición
judeocristiana que suponía que en el monte Gólgota era donde estaba enterrado
Adán, hombre por el que entró el pecado y la muerte en el mundo. Este motivo
cristiano encuentra su sentido en esta tradición cristiana que explicita que
allí donde yacían los restos mortales del primer hombre pecador, se izó la Cruz
en la que el Hijo de Dios, Jesucristo, muere inmolado para redimirnos del
pecado original y rescatarnos de la muerte, justamente el pecado que cometió
Adán, dándonos la vida eterna. Es en el fondo un símbolo del triunfo de la Cruz
sobre el pecado y la muerte, y una clara alusión a la Resurrección de Cristo.
Los huesos al pie de la cruz
hacen pues, referencia tanto al significado de Gólgota que dieron los evangelistas,
esto es, calavera, como a la presencia de Adán bajo el Gólgota, testimoniando
una tradición, recogida en el Libro
de Adán y Eva de Etiopía y en Cueva
de los tesoros, que gozó de gran difusión en la Edad Media, según
la cual el primer hombre fue enterrado en el mismo lugar en que iba a ser
sacrificado Cristo, donde vería su salvación. En Cueva de los tesoros, se dice que cuando «el
Mesías obtuvo la victoria por la lanza, fluyeron sangre y agua de su costado,
corrieron abajo hacia la boca de Adán y fue su bautismo y así fue bautizado»;
por consiguiente, en los huesos de Adán debe verse la caída y la promesa
cumplida de redención.
Durante
las excavaciones realizadas por arqueólogos españoles encabezados por
Florentino Diez Fernández entre 1976 y 1978, descubrieron en la cara oriental, a unos 4 metros por debajo
de la cima, una cavidad que se correspondería con la Cueva de Adán o gruta
de los Tesoros, citada en la literatura apócrifa. Y por los vestigios
encontrados (estucos e inscripciones) probablemente sería el lugar de culto más
antiguo de los cristianos.